Hoy he comido en un chino. Bueno, no es un chino cualquiera: es el chino de mi pueblo, donde me encanta lo que cocinan.
Normalmente suelo ir en días en los que la sala está prácticamente vacía. Bueno, de eso me he dado cuenta hoy, precisamente. Y no me he dado cuenta por lo vacío que estaba el comedor, sino por cómo me han servido la comida.
Siempre que voy, pido los platos que he escogido del menú y me los traen casi a la vez. Hoy los han traído de uno en uno. Conque he tomado primero el entrante (rollito), luego el primero (fideos) y para acabar el segundo (pollo al limón), (no suelo tomar postres ni café, lo que sí te sirven uno después del otro).
Había algo que no me cuadraba: los platos eran los mismos (no habían cambiado de proveedores de congelados), pero no sabían igual. No me lo podía creer...: hechaba de menos que me sirvieran los platos a la vez (algo que creía que me molestaba, porque tenía la sensación de que se me enfriaba la comida). Hoy me he dado cuenta de que prefiero que me sirvan así, a la vez, porque puedo ir variando los gustos e ir picando de aquí y de allí.
Quizá el chino de hoy sea extrapolable a otros aspectos de la vida... Tendré que meditarlo.